¿Quién es el obispo? ¿Un «proselitista»?

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          Ha sido publicado un reciente discurso del Sr. Bergoglio, modernista y ecuménico, dirigido a “A LOS PARTICIPANTES EN UN SEMINARIO PARA OBISPOS DE LOS TERRITORIOS DE MISIÓN”, con fecha Sábado, 8 de septiembre de 2018. Un católico esperaría encontrar allí, sobre todo en medio de la universal apostasía de nuestros tiempos, y de la urgente necesidad de misionar, las palabras de un verdadero Sumo Pontífice, marcadas por el carácter esencialmente misionero de la Iglesia, en base al mandato perentorio de N. S. Jesucristo: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y doctrinad á todos los Gentiles, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo: Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado”(Mt, 28, 18-20). Pero, lamentablemente, por sus palabras, esto no es así:

Esto es lo que enseña el Sr. Bergoglio sobre la actividad misionera de la Iglesia

1 DE OCTUBRE DE 2013. El Papa Francisco dice: “El proselitismo es una solemne tontería, no tiene sentido.  Necesitamos conocernos, escucharnos y mejorar nuestro conocimiento del mundo que nos rodea».  (LA REPUBBLICA)

1 DE OCTUBRE DE 2016. El Papa Francisco dijo: “Hay un pecado muy grave contra el ecumenismo: el proselitismo”.  (VATICANO)

13 DE OCTUBRE DE 2016. El Papa Francisco recibió a unos 1.000 peregrinos en el Vaticano – la mayoría de ellos luteranos alemanes – como parte de los preparativos ecuménicos para el 500º aniversario del comienzo de la reforma luterana.                         ….El Papa Francisco dijo al grupo que el proselitismo era una amenaza potencial para la unidad cristiana, diciendo: “Lo último que ustedes pueden hacer es ‘decir, convencer’. No está bien convencer a alguien de tu fe. «El proselitismo es el veneno más fuerte contra el camino del ecumenismo»… (VATICAN/AP PHOTO/ROME REPORTS/ANSA)

28 DE OCTUBRE DE 2016. En una entrevista, el Papa Francisco dijo: “Hay una política que debemos tener clara en cada caso: hacer proselitismo en el campo eclesial es un pecado. Benedicto XVI nos dijo que la Iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción. El proselitismo es una actitud pecaminosa…” (LA CIVILTÀ CATTOLICA)

18 DE NOVIEMBRE DE 2016. El Papa Francisco dijo: “…Repito, el proselitismo entre los cristianos es un pecado. La Iglesia no crece nunca a través del proselitismo, sino ‘a través de la atracción’, como explicó Benedicto XVI. El proselitismo entre los cristianos es, por lo tanto, un pecado grave en sí mismo, porque contradice la dinámica misma de llegar a ser cristianos y de permanecer cristianos. La Iglesia no es un equipo de fútbol en busca de aficionados…” (LA STAMPA/NATIONAL CATHOLIC REPORTER/AVVENIRE)

21 DE JUNIO DE 2018. En el movimiento ecuménico tenemos que tomar del diccionario una palabra: «proselitismo». ¿Claro? No se puede tener ecumenismo con proselitismo. Tienes que elegir. O tienes un espíritu ecuménico o eres un proselitista». (AGENCIA DE NOTICIAS CATÓLICA)

En cambio, ¿Qué dice la Iglesia? (Citas tomadas de la Homilía pronunciada por Mons. Sanborn, el 24 de octubre de 2014)

Papa Pío XII dijo: “No sólo el Salvador mandó que todas las naciones entren en la Iglesia, sin también decretó que la Iglesia es el medio de salvación sin el cual nadie puede entrar en el Reino de la Gloria eterna”.

Papa Pío IX dijo: “…Esta es la razón por la cual la Iglesia católica reza, e invita a los fieles que recen a Dios todopoderoso, para que todos aquellos que abandonaron la Santa Iglesia Católica se conviertan a la verdadera fe, abjuren sus errores, y retornen en gracia a su grey, fuera de la cual no hay salvación”.

Dijo también: “Pero este dogma católico es igualmente conocido, que nadie puede salvarse fuera de la Iglesia católica, y que todo aquél que con advertencia se rebela contra la enseñanza y la autoridad de la Iglesia no pueden alcanzar la salvación eterna, ni aquellos que voluntariamente se separan de la unión con la Iglesia y con el Romano Pontífice, el sucesor de Pedro, a quien el Salvador a confiado el cuidado de su viña.”

Papa Gregorio XVI dijo: “Con la ayuda de Dios el clero no tendrá mayor apremiante ansiedad que predicar la verdadera fe católica; el que no la guarde sin error, sin duda alguna, estará perdido. En consecuencia, ellos deben favorecer la unión con la Iglesia Católica, pues el que se separe de Ella no tendrá vida”.

Y este grande Papa, citando a San Agustín, dijo: “El que permanece separado del Cuerpo de la Iglesia Católica, no obstante, su conducta pueda parecer laudable, nunca gozará de la vida eterna y la ira de Dios permanece en él, a causa del crimen del cual es culpable al vivir separado de Cristo”.

Papa Gregorio el Grande dijo: “La Santa Iglesia universal enseña que Dios no puede ser verdaderamente adorado sino en su rebaño. Ella afirma que todo aquel que se separa de Ella no se salvará”.

Papa León XIII, en el último año de su vida, dijo: “Esta es nuestra última lección para ustedes, recíbanla y grávenla en sus mentes todos ustedes: ‘Por mandato de Dios, la salvación no se encuentra en ninguna parte, sino en la Iglesia’”.

Papa pío XII dijo: “Para ser cristiano, es necesario ser Romano, es necesario reconocer la Unidad de la Iglesia de Cristo, que es gobernada por el único sucesor del Príncipe de los Apóstoles, el Obispo de Roma, el Vicario de Cristo en la tierra”.

Papa Pío XI dijo: “Nadie está en la Iglesia de Cristo y nadie permanece en Ella, a menos que reconozca y acepte con obediencia la autoridad y el gobierno de Pedro y sus sucesores legítimos.”

¿Y la Sagrada Escritura?

 Fue a la única Iglesia, fundada por Él mismo, que Nuestro Señor Jesucristo dio este solemne mandato misionero: “Por tanto, id, y doctrinad á todos los Gentiles, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo: Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mt 19, 20), y Marcos agrega: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado”.

¿Y la Sagrada Liturgia de la Iglesia? (Ibíd.)

La Oración Colecta del Domingo de Misiones: “¡Oh Dios, que quieres que todos los hombres se salven y que vengan al conocimiento de la Verdad, envía, te rogamos, operarios a tu mies, que prediquen tu Palabra con certeza, que su predicación se extienda por todo el mundo, lo ilumine, y que todos los pueblos puedan conocerte, Único y Verdadero Dios, y a Jesucristo Tu Hijo, Nuestro Señor a quien Tú has enviado!”

La Oración Secreta de la Misa: “¡Concédenos que, desde la salida del sol hasta el ocaso, sea glorificado Tu Nombre entre las naciones, y que en todo lugar sea sacrificado y ofrecido la Oblación pura a Tu nombre!” Esta es la cita de la profecía de Malaquías, quien profetizó el Santo Sacrificio de la Misa, santo y puro, es decir, la Oblación incruenta.

La oración después de la Comunión: “Pide a Dios que la verdadera Fe se difunda en todo el mundo”

En el Viernes Santo, la Iglesia reza por la conversión de los herejes y cismáticos de la siguiente manera: “¡Oremos por los herejes y cismáticos, para que Nuestro Señor y Dios los libere de todos sus errores y los vuelva a llamar a nuestra Santa Madre, la Iglesia católica y apostólica!”. Luego el sacerdote reza: “¡Dios Todopoderoso y Eterno que ha salvado a todos los hombres y deseas que ninguno perezca, dirige tu mirada hacia aquellas almas engañadas por la insidia del diablo para que abandonando toda su perversión herética, el corazón de aquellos que permanecen en el error se convierta y retornen a la unidad de Tu Verdad!”. La Iglesia ofrece oraciones similares en el Viernes Santo por la infidelidad de los judíos y por los paganos.

COMENTARIO

          J. M. Bergoglio, oponiéndose a la enseñanza de Cristo y de la Iglesia, declara que la acción misionera de la Iglesia, intimada por el mismo Cristo, es una solemne tontería, algo absurdo, sin sentido, un pecado grave, un veneno muy fuerte, una gran amenaza, una actitud pecaminosa; ¿contra qué? nos preguntamos, él mismo lo dice y lo repite una y otra vez: pues contra el único dogma que profesa la nueva iglesia, esa organización que dirige J. M. Bergoglio, esto es, el ecumenismo, ya condenado por la Iglesia (cfr., Pío XI, Encíclica “Mortalium Animos”); el ecumenismo, razón de ser, espíritu y la letra del Vaticano II y de todas las “reformas” subsiguientes, es el único y más elevado dogma de la nueva “iglesia” post conciliar, a tal punto, que si usted falta contra éste, entonces comete un pecado gravísimo, de hecho, el pecado por excelencia.

          J. M. Bergoglio se atreve a calificar la bimilenaria actividad misionera de la Iglesia católica, ex profeso, con un término vulgar, despreciativo, injurioso, abominable, ordinario y blasfemo; ¿es que, cuando la Iglesia se esforzaba hasta el martirio y la muerte para convertir a los pueblos y traerlos a la Verdad, desde el lejano Oriente hasta América, desde la Europa Septentrional hasta África y Oceanía, y sacar a los errantes del error, perpetraba un acto deleznable llamado “proselitismo”? Señor Bergoglio, ¿¡Es que Cristo mismo ordenó cumplir un mandato divino “pecaminoso”!? Contra esto hay que gritarle r. Bergoglio, ¡Es la Misión de la Iglesia!; no nos cansaremos de repetirle a su cara el solemne mandato de nuestro Salvador: “Por tanto, id, y doctrinad á todos los Gentiles, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo: Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado”; “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado”.

El horrible “pecado” de proselitismo, imputado a la Iglesia católica por el Sr. Bergoglio, significaría que la actividad misionera de los mismos Apóstoles y primeros discípulos, en especial, de San Pedro y San Pablo, pero de todos, en general, fue un amenazante y absurdo pecado; pero, ¿¡Cómo no se dieron cuenta de que la Iglesia debía  predicar el indiferentismo ecumenista!? Luego, la enorme cantidad de misioneros, las mismas congregaciones misioneras, y la propia Sagrada Congregación para la Propagación de la Fe, fundada por Papa Gregorio XV con la Bula Inscrutabili Divinae, todos ellos ¿¡Fueron para el Sr. Bergoglio propagadores de un “veneno muy fuerte” debido a la “pecaminosa actitud” de la Iglesia? ¿Quiere decirnos, a los católicos que aún retenemos la Fe, que la Iglesia erró miserablemente debido a siglos de Misión en el mundo? ¿Es que la Iglesia, Santa, asistida infaliblemente por el Espíritu Santo ¿da veneno a sus hijos y al mundo? ¿Cómo se atreve este hombre a proferir estas insanias, que sobrepasan las más horribles herejías contra El Cuerpo Místico de Cristo, cuando la Iglesia no ha hecho más que cumplir y ser fiel  a su Misión, intimada por Cristo?

La Iglesia católica es misionera por esencia; la nueva religión e “iglesia” del Vaticano II, en cambio, son pluralistas e indiferentistas por esencia y, por lo tanto, ecuménica, como queda demostrado por el heresiarca Bergoglio y por sus predecesores posteriores al Vaticano II; ecumenismo que es la aplicación del subjetivismo en ámbito religioso (todos juntos y revueltos, cada quien con su creencia y sus dioses). ¿¡Cuánto más tendrá que decirse para que los bautizados católicos huyan de esa extraña religión que se apoderó de sus parroquias y que antes eran de la Iglesia católica!?

En fin, en el texto del discurso Bergogliano, mencionado al inicio, difícilmente encontraremos palabras dirigidas a “obispos” propias de la forma de hablar de la iglesia, aún cuando el título del seminario anticipa que se dirige a “obispos” de los territorios de misión. Y ya sabemos la razón. Es que Bergoglio declara y enseña que la Misión de la Iglesia (convertir a la Fe católica a todos los pueblos; sacar del error a herejes, cismáticos e infieles, e incorporarlos a la Iglesia Católica, único medio de salvación querido y fundado por Cristo) es un pecado gravísimo contra la libertad religiosa y contra el dogma del ecumenismo. En cambio, en su discurso, encontraremos gran cantidad de locuciones propias del habitual estilo vago, vaporoso y confuso de los modernistas: P. ej., él dice  “Preguntémonos sobre nuestra identidad de pastores para tener más conciencia” (la autonomía de la conciencia individual es un principio irrenunciable del modernismo; en Bergoglio es recurrente; recordar que él enseña que incluso un ateo se puede salvar, si es fiel a su conciencia); “El ministerio del obispo da escalofríos…”; “Está llamado [el obispo] a hacer propio el corazón del sacerdocio”; “tener gestos y palabras de especial consuelo por los que experimentan marginalidad y degrado” (esto, en sí, no es reprochable; la Iglesia, históricamente, siempre ha tenido una especial solicitud por los necesitados; sin embargo la misión de la Iglesia militante pertenece al orden sobrenatural); “tiene [el obispo] la valentía de discutir con Dios por su rebaño” (¿con Dios? ¿acaso se negocia con Dios, o se debe obediencia a la voluntad divina?); cita la Misión de la Iglesia según San Marcos 16, 15 pero con un recorte, omitiendo las consecuencias, a saber, “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado” (la razón es que, en el espíritu del concilio Vat-II y de la enseñanza del “magisterio” de la nueva iglesia, todos se salvan, incluso el ateo “si es fiel a su conciencia”); “Y saliendo de sí se encuentra a sí mismo”, (esto es puro naturalismo, puro humanismo, es decir, se encuentra con su propia conciencia, se autorealiza; en cambio, la doctrina católica enseña que “el que sale de sí”, nacido bajo el pecado y las heridas de la naturaleza, no se encuentra con sí mismo, ni se realiza por sí mismo, sino con Dios, que es la esencia de la espiritualidad católica, por aquello de “Y decía á todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese á sí mismo, y tome su cruz cada día, y sígame” (Lc 9, 23); “nadie debe mostrar hacia vosotros actitudes de sumisión” (el Obispo, al recibir la Misión canónica conferida por el Papa, recibe plena autoridad para el gobierno de una porción de la Iglesia, la diócesis, por lo tanto, se le debe obediencia y sumisión); “permanecen [las familias] las primera Iglesias, por Iglesias domésticas” (esta expresión es un eco, o resonancia, de la enseñanza del concilio Vat-II, que, en Lumen Gentiumn. 11, rebautizó la familia como “Iglesia doméstica”,  y es un eco de la “Carta a las Familias” de Wojtyla, luego, si “Iglesia doméstica” ¿también Esposa de Cristo?; por otro lado, es un eco del llamado “Catecismo de los judíos”, en donde se enseña que la familia es “un pequeño templo” y que “la mesa familiar es el altar” [cualquier parecido con la “nueva misa” como Cena ¿es pura coincidencia?]. Ya Wojtyla, en esa carta, enseñaba que “el hombre es la vía de la Iglesia” [pensábamos los católicos que la vía de la Iglesia es Cristo], y que “la familia es la vía común de la Iglesia que recorre el hombre”; luego, también la familia es la vía de la Iglesia [nuevamente, para los católicos, la vía de la Iglesia es sólo Cristo). En fin, hasta aquí lo que es una muestra de las enseñanzas que forman parte de la doctrina inyectada directamente como veneno en las venas de la Iglesia católica por el “concilio” Vaticano II, reproducidas y ampliadas por el “magisterio” bergogliano y, en general, por la jerarquía post-conciliar.


Christus vincit, Christus regnat, Christus imperat!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El «Pueblo de Dios» Bergogliano

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El 31 de Mayo de 2018, Francisco/Bergoglio dirigió una carta titulada “Al Pueblo de Dios que peregrina en Chile”. Sobra decir que el estilo difuso y confuso del texto, propio de un modernista en descampado, está plagado de formas y expresiones totalmente ajenas al estilo claro y bien definido que es propio de la Iglesia.

Pero, ¿qué es el “Pueblo santo de Dios” para Bergoglio? Al dirigirse al “Pueblo de Dios” ¿se está dirigiendo, inequívocamente, a los miembros de la Iglesia católica? Para encontrar la respuesta hay que remitirse a las fuentes autorizadas de la nueva religión que encabeza Bergoglio, es decir, al “concilio” Vaticano II y al Catecismo de 1983; entonces descubriremos el error de la “nueva eclesiología” impuesta por el “magisterio” modernista.

Es necesario, en primer lugar, exponer los principios superiores, que emanan de esas mismas fuentes y que están en la base de las nuevas enseñanzas. En efecto, el primer principio modernista, fijado por el Vaticano II es: “El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre”(Gaudium et Spes, n. 22), principio precisado por Wojtyla de la siguiente manera: “…están incluidos [los hombres]en el gran y único diseño de Dios, en Jesucristo ‘que, en cierto modo, se ha unido con todo hombre’ (GS, n. 22) aún cuando no sea consciente” (Discurso a la Curia Romana sobre el Encuentro de Asís. 22 de diciembre 1986): es decir, toda la humanidad, a pesar del pecado, permanecería unida a Dios; cada persona individual estaría inconscientemente unida a Cristo, sí, ¡cada ser humano! El segundo gran principio de la hoja de ruta modernista con relación a nuestro tema es: “La única Iglesia de Cristo…subsiste en la Iglesia Católica (Lumen Gentium, n. 8), proposición totalmente opuesta a la definición infalible de Pío XII en Mystici Corporis, en la cual Papa Pacelli afirma que la Iglesia de Cristo, el cuerpo Místico de Cristo, “es” (no subsiste en) la Iglesia Católica; luego, lo que subsiste en algo, también podría subsistir en otra cosa, en este caso también en las sectas protestantes o en los cismáticos ortodoxos, por ejemplo.

La necesidad de esos “nuevos principios eclesiológicos” impuestos por el Vaticano II, lo sabemos, obedece al largamente añorado plan de los modernistas por implantar el “Ecumenismo” como, de hecho, se afirma en Unitatis Redintegratio II. 6: Esta reforma, pues, tiene una extraordinario importancia ecumenista…Muchas de las formas de la vida de la Iglesia…hay que recibirlas como prendas y augurios que felizmente presagian los futuros progresos del ecumenismo”.Y, así, en los textos de ese mismo “concilio” encontramos:

  • “Así, pues, de todas las gentes de la tierra se compone el Pueblo de Dios, porque de todas recibe sus ciudadanos, que lo son de un reino, por cierto, no terreno, sino celestial”(Lumen Gentium, II. 13)
  • “Todos los hombres son llamados a esta unidad católica del Pueblo de Dios, que prefigura y promueve la paz y a ella pertenecen de varios modos y se ordenan, tanto los fieles católicos como los otros cristianos, e incluso todos los hombres en general…”(Lumen Gentium, II. 13)
  • “Los que todavía no recibieron el Evangelio, están ordenados al Pueblo de Dios por varias razones. En primer lugar, por cierto, aquel pueblo a quien se confiaron las alianzas y las promesas y del que nació Cristo según la carne (cf. Rom., 9,4-5); pueblo, según la elección, amadísimo a causa de los padres; porque los dones y la vocación de Dios son irrevocables (cf. Rom., 11,28-29). Pero el designio de salvación abarca también a aquellos que reconocen al Creador, entre los cuales están en primer lugar los musulmanes, que confesando profesar la fe de Abraham adoran con nosotros a un solo Dios, misericordiosos, que ha de juzgar a los hombres en el último día. Este mismo Dios tampoco está lejos de otros que entre sombras e imágenes buscan al Dios desconocido…”(Lumen Gentium, II. 16)
  • “Todo esto [bienes con que la Iglesia se edifica y vive],que proviene de Cristo y a El conduce, pertenece por derecho a la única Iglesia de Cristo[que es mayor que la Iglesia católica](Unitatis Redintegratio, I. 3)
  • “Creemos que el Señor entregó todos los bienes de la Nueva Alianza a un solo colegio apostólico, a saber, el que preside Pedro, para constituir un solo Cuerpo de Cristo en la tierra, al que tienen que incorporarse totalmente todos los que de alguna manera pertenecen ya al Pueblo de Dios(Unitatis Redintegratio, I. 3)

Por otra parte, el Catecismo de 1992 de Juan Pablo II, enseña:

  • 2.3.816.- Esta Iglesia, constituida y ordenada en este mundo como una sociedad, subsiste en [«subsistit in»] la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con él» (Lumen Gentium, n. 8)
  • 2.3.816.- El decreto sobre Ecumenismo del Concilio Vaticano II explicita: «Solamente por medio de la Iglesia católica de Cristo, que es auxilio general de salvación, puede alcanzarse la plenitud total de los medios de salvación. Creemos que el Señor confió todos los bienes de la Nueva Alianza a un único colegio apostólico presidido por Pedro, para constituir un solo Cuerpo de Cristo en la tierra, al cual deben incorporarse plenamente los que de algún modo pertenecen ya al Pueblo de Dios» (Unitatis Redintegratio, n. 3)
  • 2.3.818.- Los que nacen hoy en las comunidades surgidas de tales rupturas «y son instruidos en la fe de Cristo, no pueden ser acusados del pecado de la separación y la Iglesia católica los abraza con respeto y amor fraternos… justificados por la fe en el bautismo, se han incorporado a Cristo; por tanto, con todo derecho se honran con el nombre de cristianos y son reconocidos con razón por los hijos de la Iglesia católica como hermanos en el Señor» (Unitatis Redintegratio, n. 3)
  • 2.3.832.- Esta Iglesia de Cristo [que es mayor que la Iglesia católica]está verdaderamente presente en todas las legítimas comunidades locales de fieles, unidas a sus pastores. Estas, en el Nuevo Testamento, reciben el nombre de Iglesias… En ellas se reúnen los fieles por el anuncio del Evangelio de Cristo y se celebra el misterio de la Cena del Señor
  • 2.3.838.- La Iglesia se siente unida por muchas razones con todos los que se honran con el nombre de cristianos a causa del bautismo, aunque no profesan la fe en su integridad o no conserven la unidad de la comunión bajo el sucesor de Pedro» (LG 15). «Los que creen en Cristo y han recibido ritualmente el bautismo están en una cierta comunión, aunque no perfecta, con la Iglesia católica» (Unitatis Redintegratio, n. 3)
  • 2.3.839.- Los que todavía no han recibido el Evangelio también están ordenados al Pueblo de Dios de diversas maneras (judíos, musulmanes, religiones no cristianas)
  • 2.1.1267.- El Bautismo incorpora a la Iglesia. De las fuentes bautismales nace el único pueblo de Dios de la Nueva Alianza.
  • 2.1.1271.-El Bautismo constituye el fundamento de la comunión entre todos los cristianos, e incluso con los que todavía no están en plena comunión con la Iglesia católica: «Los que creen en Cristo y han recibido ritualmente el bautismo están en una cierta comunión, aunque no perfecta, con la Iglesia católica… justificados por la fe en el bautismo, se han incorporado a Cristo; por tanto, con todo derecho se honran con el nombre de cristianos y son reconocidos con razón por los hijos de la Iglesia Católica como hermanos del Señor» (UR 3). «Por consiguiente, el bautismo constituye un vínculo sacramental de unidad, vigente entre los que han sido regenerados por él» (Unitatis Redintegratio, n. 22)

Además, en el Código de Derecho Canónico de 1983 de Wojtyla, leemos:

  • 22, 1, 204

o  § 1. Son fieles cristianos quienes, incorporados a Cristo por el bautismo, se integran en el pueblo de Dios, y hechos partícipes a su modo por esta razón de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, cada uno según su propia condición, son llamados a desempeñar la misión que Dios encomendó cumplir a la Iglesia en el mundo.

o  § 2.   Esta Iglesia, constituida y ordenada como sociedad en este mundo, subsiste en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él.

  • 2, 2, 383

o  § 3.    [El Obispo] debe mostrarse humano y caritativo con los hermanos que no estén en comunión plena con la Iglesia católica, fomentando también el ecumenismotal y como lo entiende la Iglesia.

Volvemos a preguntar, entonces, ¿Qué es el “Pueblo santo de Dios” para Bergoglio? Cuando él se dirige al “Pueblo de Dios” ¿se está dirigiendo acaso a los miembros de la Iglesia católica?

Para responder a la luz de la doctrina impuesta por el “magisterio” conciliar, y post-conciliar, que acabamos de señalar más arriba, bastaría con decir que Bergoglio no sólo no ha rechazado el Concilio Vaticano II, sino que, además, al igual que todos sus predecesores, a partir de Pablo VI, lo aplica fielmente en sus actos y palabras; esto, por sí sólo ya sería suficiente para demostrar que Bergoglio se aparta absolutamente de la Fe católica en su concepción sobre la Iglesia, único Pueblo santo de Dios; sin embargo, al respecto, podemos adjuntar algunas de sus propias  declaraciones; por ejemplo:

  • 7 DE MARZO DE 2015. Al conmemorar el 50º aniversario de la primera vez que un Papa celebró la Misa en lengua vernácula después del Concilio Vaticano II, el Papa Francisco dijo: «No se puede volver atrás…Fue realmente un movimiento valiente de la iglesia para acercarse al pueblo de Dios…».   (REPORTERO CATÓLICO NACIONAL)
  • 18 DE NOVIEMBRE DE 2016. Cuando se le preguntó acerca de los críticos que acusan al Papa de «Protestantizar» la Iglesia Católica, Francis dijo: ‘No pierdo el sueño por ello’. Insistió en que sigue el modelo del Concilio Vaticano II(LA STAMPA/NATIONAL CATHOLIC REPORTER/AVVENIRE)
  • 24 DE AGOSTO DE 2017. El Papa Francisco dice con autoridad magisterial: La reforma litúrgica del Vaticano II es irreversible’(REVISTA AMÉRICA)
  • 9 DE OCTUBRE DE 2017. El derecho canónico debe servir a la visión de la Iglesia del Vaticano II, dice el Papa – En un mensaje a una conferencia de derecho canónico en Roma, el Papa Francisco dijo que el derecho canónico puede y debe ser un instrumento para implementar la visión del Concilio Vaticano II. Dijo que debería promover «la colegialidad; la sinodalidad en el gobierno de la iglesia; la valoración de las iglesias particulares; la responsabilidad de todos los fieles cristianos en la misión de la iglesia; el ecumenismo; la misericordia y la cercanía como principio pastoral primario; la libertad religiosa individual, colectiva e institucional; un secularismo saludable y positivo; (y) una colaboración saludable entre la iglesia y la sociedad civil en sus diversas expresiones». (CRUX)

Luego, está claro que también Bergoglio aplica a ultranza el espíritu y la letra del “concilio” Vaticano II a la Iglesia. Y ¿por qué es importante insistir en esto? Pues, porque, como lo he señalado en otras ocasiones, el “concilio” Vaticano II significó, y significa” un cambio substancial para la Iglesia católica; inauguró y definió otra religión, otra “iglesia”, por lo tanto, otra “fe”, otra naturaleza, otro culto y liturgia, otra legislación, otros sacramentos, otro “sacerdocio”, otro fin.

Ahora bien, en cuanto al “Pueblo de Dios”, a la luz de los testimonios de las propias fuentes del “magisterio” modernista citados más arriba, hay que decir que, ni para el “concilio”, ni para el Código de Derecho Canónico de 1983, ni para el Catecismo de 1992, ni para los “papas conciliares” predecesores de Bergoglio, ni para Bergoglio, el Pueblo de Dios coincide exactamente con los miembros de la Iglesia católica, Cuerpo Místico de Cristo, la sola Iglesia por Él fundada, como enseña la doctrina católica bimilenaria. Y, así, citemos, como ilustración, una vez más, las propias palabras de Bergoglio, por ejemplo:

  • 9 DE JULIO DE 2014. En un almuerzo privado, el Papa Francis le dijo a Brian Stiller de la Alianza Evangélica Mundial: “No estoy interesado en convertir a los evangélicos al catolicismo…”  (ALIANZA EVANGÉLICA MUNDIAL)
  • 16 DE NOVIEMBRE DE 2015. En una emotiva visita ecuménica a la iglesia evangélica luterana de Roma el pontífice manifestó: ¿No tenemos el mismo Bautismo? Y si tenemos el mismo bautismo, debemos caminar juntos. (REPORTERO CATÓLICO NACIONAL)
  • 30 DE NOVIEMBRE DE 2015. Uno de los valores más grandes es la fraternidad entre nosotros. Todos somos hijos de Dios.Tenemos el mismo padre.
  • 7 DE ENERO DE 2016. En el primer video de oración, el Papa Francisco dice: ‘Muchos piensan diferente, sienten diferente, buscan a Dios o se encuentran con Dios de diferentes maneras. En esta multitud, en esta gama de religiones, sólo hay una certeza que tenemos para todos: todos somos hijos de Dios«. (AGENCIA DE NOTICIAS CATÓLICA)
  • 18 DE ENERO DE 2016. El Papa Francisco saluda a la delegación ecuménica – dijo el Papa Francisco a la Delegación Luterana de Finlandia -‘De manera especial, podemos agradecer al Señor por los frutos del diálogo entre luteranos y católicos. Pienso en particular en el documento común sobre la justificación en la vida de la Iglesia.Construyendo sobre estos cimientos, vuestro diálogo está haciendo progresos prometedores hacia una comprensión compartida, a nivel sacramental, de la Iglesia, la Eucaristía y el Ministerio».  (NOTICIAS.VA)
  • 1 DE OCTUBRE DE 2016. El Papa Francisco dijo: ‘Hay un pecado muy grave contra el ecumenismo: el proselitismo’[léase: conversión]
  • 13 DE OCTUBRE DE 2016. El Papa Francisco también dijo al grupo [de luteranos alemanes] que el proselitismo era una amenaza potencial para la unidad cristiana, diciendo: ‘Lo último que deben hacer, es decir, convencer’. No está bien convencer a alguien de tu fe. El proselitismo es el veneno más fuerte contra el camino del ecumenismo».(VATICAN/AP PHOTO/ROME REPORTS/ANSA)
  • 31 DE OCTUBRE DE 2016. El Papa Francisco y el Obispo Mounib Younan, Presidente de la Federación Luterana Mundial firmaron una Declaración Conjunta el 31 de octubre de 2016 en la que católicos y luteranos se comprometieron a continuar su diálogo a fin de eliminar los obstáculos que les impiden alcanzar la plena unidad: “…Debemos reconocer con la misma honestidad y amor que nuestra división nos distanció de la intuición primordial del pueblo de Dios, que naturalmente anhela ser uno…”
  • 2 DE MAYO DE 2017. El Papa Francisco ha invitado a miles de carismáticos católicos y miembros de iglesias pentecostales y evangélicas a Roma para celebrar Pentecostés. (SERVICIO CATÓLICO DE NOTICIAS)
  • 19 DE OCTUBRE DE 2017. El Papa Francisco elogia a Juan Wesley (Fundador de los Metodistas) – El Papa Francisco dijo que su ejemplo convirtió a mucha gente a Dios. No podemos dejar de regocijarnos’ cuando el Espíritu Santo obra a través de otras denominaciones cristianas, añadió el Papa, ya que también nos ayudan a acercarnos más al Señor. Sin embargo, concluyó diciendo que no podemos crecer en santidad sin «crecer en comunión».
  • 15 DE ABRIL DE 2018. Hablando con los niños que asisten al catecismo de San Paolo della Croce, el Papa Francisco dijo: «Todos somos hijos de Dios, todos, incluso los no bautizados, sí, incluso los que creen en otras religiones, o los que tienen ídolos…” (LA STAMPA)
  • 24 DE MAYO DE 2015: «Tengo ganas de decir algo que puede sonar controvertido, o incluso herético, tal vez. Pero hay alguien que «sabe» que, a pesar de nuestras diferencias, somos uno. Es él quien nos persigue. Es él quien persigue a los cristianos hoy, él quien nos unge con (la sangre del) martirio. Sabe que los cristianos son discípulos de Cristo: ¡que son uno, que son hermanos! No le importa si son evangélicos, ortodoxos, luteranos, católicos o apostólicos… ¡no le importa! Son cristianos«. (MENSAJE DE RADIO VATICANO)

Conclusión.

 El Concilio Vaticano II (1962-1965) fue concebido con un único fin: consagrar el ecumenismo, es decir, eliminar el dogma católico para tender a una única religión mundial. Ya Dom Beauduin (1873-1960), un benedictino modernista maniático del “ecumenismo”, antes del “concilio”, había declarado. “De lo que tenemos necesidad es un Papa que convoque un Concilio y consagre el ecumenismo”.Y también fue él que desarrolló la distinción entre Cuerpo Místico de Cristo e Iglesia Católica Romana, siendo la primera la Iglesia General de Cristo, más amplia que la Católica, es decir, es el concepto doctrinal de la nueva eclesiología del Concilio Vaticano II (Lumen Gentium) que más arriba hemos mencionado, y tan querido por Juan Pablo II: mediante su encarnación Cristo se ha unido con todos los hombres, por lo tanto, todos los hombres son miembros del Cuerpo Místico. En este sistema, que es, como hemos visto, el sistema de Bergoglio, el rol de la Iglesia no es el de buscar la conversión de las personas, de tal forma que renuncien a sus errores y abracen la verdad en el catolicismo (acto repugnante para el modernista Bergoglio, crimen atroz llamado por él “proselitismo”), sino el de hacerlas conscientes de su irrenunciable incorporación a este gran Cuerpo Místico humanitarístico universal, del cual la Iglesia católica, en realidad el único y verdadero Pueblo de Dios, no es sino sólo una parte.

Luego, antes del “concilio Vaticano II”, ningún no-católico era considerado un fiel de Cristo, porque quien se separa de la Iglesia está separado de Cristo. Este dogma católico no es verdad para Bergoglio, para quien, el “Pueblo de Dios” es, simpliciter, toda la humanidad que, lo sepa o no, está unida a Cristo en virtud de la encarnación del Verbo.


“Christus Vincit, Christus Regnat, Christus Imperat!”

 

¿Te Deum, aut potius Kyrie Eleison?

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     Hay que decir que el Te Deum, en plenitud, es un himno propiamente católico; este excelso himno data del siglo IV en la liturgia de la Iglesia, vinculado a San Ambrosio, a San Agustín y a Nicetas de Remesiana, mártir. En su quinta estrofa proclama «Te per orbem terrarum Sancta confitetur Ecclesia..» Es decir es la Ecclesia Una, Sancta, Catholica, Apostolica et Romana la que proclama a Dios por todo el orbe de la tierra, y no otra «iglesia» o denominación cualquiera.

     Son pocas las naciones que, como Chile, celebran un Te Deum con motivo de sus fiestas nacionales. En el caso de nuestra Patria, esta tradición se remonta hasta los mismos albores de nuestra vida independiente, celebrándose, también, con motivo de la asunción del mando por un nuevo presidente.

     Dejando los aspectos históricos ¿qué más podemos agregar? Pues, que en el estado actual de las cosas, mucho. De partida, es un abuso adjudicar, asimilar, homologar o analogar, en forma impropia y genérica, cualquier «acción de gracias» de cualquier «iglesia» al único y verdadero Te Deum católico. Hay que decir, por lo demás, que este himno no es, en estricto rigor, un himno de acción de gracias, sino de alabanza.

     Ahora bien ¿tenemos en Chile un Te Deum? La respuesta es NO, y ¿desde cuándo no lo tenemos? Pues a partir del primer Te Deum celebrado con la «misa una cum famulo tuo Papa Nostro Paulo VI» celebrado en Chile según el Novus Ordo Missae promulgado por Montini. Ya nos hemos referido, en este mismo Blog (cfr., el post ¿Por qué la Sede está vacante? 5-3-2014) a las razones que invalidan la «nueva misa» tanto en sí misma considerada como en su específico aspecto de ser celebrada en unión con («una cum») los pontífices de la iglesia ecuménica-conciliar; tan sólo recordemos que esta «misa» está hipotecada por los delitos de «sacrilegio» y «cisma», ya que estos pontífices han impedido la recepción de la Autoridad de Cristo y no son los legítimos Papas de la Iglesia.

     Pero hay más. San Pablo dice «Sine fide autem inpossibile placere credere enim oportet accedentem ad Deum» (Hb 11,6) es decir, sin la fe es imposible agradar a Dios, de modo que aquel que se acerca a Dios debe creer. Luego, todo acto privado o público dirigido a Dios (excepto el infiel que es movido a la Fe por la gracia excitante del mismo Dios) exige la Fe. Y aquí ya estamos en serios problemas. Vemos, así, que un verdadero Te Deum, capaz de llegar hasta el cielo y ser agradable a Dios, necesita «sine qua non» ser celebrado en La Fe y por la sola Iglesia por Él fundada.

     En nuestro Chile, hoy por hoy, se celebran, con motivo de las Fiestas Patrias, dos «Te Deum»: Desde 1975 el llamado Te Deum «Evangélico», por disposición de Augusto Pinochet, denominado propiamente «Servicio de Acción de Gracias» y, desde 1971, el Te Deum «Ecuménico», a solicitud de Salvador Allende con el beneplácito del «cardenal» «Novus Ordo» Raúl Silva Henríquez, cuya denominación oficial actualmente es «Oración ecuménica por Chile y su nuevo gobierno». Así están las cosas. Observamos que NO se habla ya, oficialmente de Te Deum. Esto acontece porque los adherentes a la iglesia evangélica están conscientes de no ser católicos y, por su parte, tanto la jerarquía como los fieles de la iglesia conciliar, también están conscientes de no pertenecer ya a la Iglesia Católica; así que ambos celebran otro rito, al que abusivamente y mediáticamente se le da impropiamente el nombre  de «Te Deum».

     Ninguna de estas dos «iglesias» ya nombradas tienen la capacidad de elevar a Dios cualquiera de sus ritos, ya que ninguna de ellas es el Cuerpo Místico de Cristo, ninguna de ellas es la sola Iglesia fundada por el mismo Cristo. Ambas son delirantes inventos humanos, creadas por la sola sugestión humana: una, inicialmente, por Lutero y los «reformadores», la otra por la «jerarquía» modernista. Una, data del siglo XVI, la otra desde 1965, a partir de la promulgación del último documento del concilio Vaticano II. Ambas, condenadas por la Iglesia (Lutero condenado por León X, y la iglesia conciliar fue condenada «en advance» por Pío XI con su Encíclica «Mortalium Animos»). Carecen de la Fe; en efecto, éstas sostienen que no es necesario creer en todo lo que Dios ha revelado, y sostienen, además, que la fe es tan sólo una confianza o un sentimiento personal del corazón: por ej., para la iglesia inaugurada por Lutero y sus denominaciones, la Misa no es un verdadero sacrificio y, entre otras herejías, niegan la transubstanciación de la hostia consagrada en el Cuerpo y Sangre de Cristo, niegan, así, la Presencia Real; a su vez, para la iglesia conciliar-ecuménica, entre otras herejías, niegan que la Iglesia Católica, fundada por Cristo sobre Pedro, sea la Iglesia de Cristo con sus notas visibles (Una, Santa, Católica, Apostólica) sino que ella está compuesta por múltiples iglesias, las cuales, algún día, formarán la «iglesia de Cristo». Sabemos que quien dice «yo decido creer en esto, pero no en aquello», ipso facto pierde TODA la Fe sobrenatural, reemplazando la autoridad de Dios que revela por una mera opinión humana; es como decir a Dios «mira, voy a creer sólo en esto y en esto, pero dejaré lo otro (p.ej., el Primado de Pedro) pues creo que te equivocas y me engañas».

     Luego, ya podemos advertir que nuestra hermosa Patria Chilena no puede, en el estado actual de las cosas, elevar públicamente a Dios  el incienso puro y aromático de la Liturgia agradable al cielo, porque las «liturgias» Evangélicas y Ecuménico-conciliares son simples celebraciones naturalísticas, que en el ámbito naturalista y humanista se quedan; no sólo no glorifican a Dios, sino, además, son aborrecidas por Dios. Sus iglesias son meras organizaciones sociales.

     Por lo demás, me pregunto, ¿qué debiera Chile agradecer a la Santísima Trinidad? ¿Acaso una presencia cada vez más arraigada de Cristo Rey en sus instituciones, leyes, escuelas y hogares? Absolutamente NO; por el contrario, escuchamos sin cesar el eco de aquella grotesca imprecación del  pueblo judío, azuzado por los jefes del Sanedrín y los Ancianos «¡No queremos que éste reine sobre nosotros!». ¿Qué acto de acción de gracias puede Chile elevar a Dios hoy en poder del más desordenado y galopante liberalismo que postula la absoluta soberanía del individuo y de la sociedad, con entera independencia de Dios y de su autoridad – por lo demás, también condenado por la Iglesia (Pío IX, en numerosos Breves, Alocuciones y, finalmente, en el Syllabus) ¿Qué podemos, digo, agradecer a Dios públicamente cuando profesamos una total apostasía y, como nación, apostatamos abiertamente la Fe?

     Atrás quedaron las recientes Fiestas Patrias, con sus solemnes e impotentes «te hominem». En verdad más que acciones de gracias deberíamos elevar un profundo Kyrie Eleison, e implorar por misericordia y perdón: «QUÆSUMUS DOMINE DEUS, PROPTER NOSTRAS OFFENSAS NOLI NOS RELINQUERE!»


“Christus Vincit, Christus Regnat, Christus Imperat!”

¡Los tres Impostores!

¡Lo logramos!                     ¡Lo logramos…!

Hace algunos días publiqué en Twitter una imagen que, curiosamente, puede ser interpretada distintamente según sea desde la ortodoxia católica o desde la óptica “ecuménica” de la Iglesia Conciliar. Y esta es, justamente, la forma expresiva, o comunicacional que, aliena voluntate, es empleada por la nueva doctrina y teología de los “progresistas” para diseminar sus toxinas; la razón es que, siendo la sustancia de sus brebajes tan duras de tragar para el “sensus catholicus”, éstos han de ser ofrecidos en el dulzor redaccional, a modo de vehículo; tal como, en la pediatría, el dulce jarabe medicinal lleva el principio activo, para que sea aceptable para el niño. Y así, por medio de la ambigüedad y la equivocidad, pasa colada la verdadera intención o, por lo menos, sus devastadores efectos, que es de dañar, de destruir y de extraviar la Fe y la Iglesia católicas.

Se trata de la imagen en que aparecen el Sr. Bergoglio, el rabino judío Abraham Skorka y el líder religioso musulmán Omar Abboud, fundidos en un “fraterno” abrazo, luego de rezar “jewish style” ante el Muro de los Lamentos y con ocasión de su visita a Jerusalén. La escena parece muy humana y sobrecogedora y mediáticamente conmovedora. El propio Francisco I, emocionadamente no pudo sino expresar: “Lo logramos”. No vamos a creer que se trata de tres viejos amigos que, en algún momento de sus biografías, simplemente se prometieron reencontrarse ante el muro de los Lamentos para revivir su mutua amistad. Al menos, si acaso aquella intención estuviera también incluida, hay que ampliar el contexto y el significado de esta escena; lo cual intentaremos en esta entrada.

De hecho, absolutamente, este gesto no es un mero acto privado de tres personas. Por el contrario, es un evento esencialmente público, protagonizado por tres personeros públicos, genuinamente representativo y altamente significativo de un cierto “state of the art”; en fin, se trata de tres líderes religiosos llamados “monoteístas” ¿Qué pensar?

Este “Lo logramos” bergogliano representa el grito de triunfo, el puerto de arribo, el cumplimiento de una “hoja de ruta” largamente esperado, la consumación de una confabulación cuyo inicio se sitúa aún antes del reinado de Federico II, en el Siglo XIII, pero en cuya corte conoció su forma exotérica: se trata de la medieval “Leyenda de los tres anillos”, especie de contrahecha pseudo-profecía ecuménica – nihil novum sub sole. En realidad se trata de la instauración definitiva (si fieri potest) del Templo Ecuménico Universal de las Religiones lo cual, por la parte “católica”, significa llevar a cumplimiento las directrices del Vaticano II [que podríamos resumir en: el ecumenismo (con relación a las “religiones cristianas”, consagrado en Lumen Gentium, Unitatis Redintegratio), el diálogo interreligioso (con relación a las religiones no cristianas, consagrado en Nostra Aetate), la libertad religiosa (consagrada en Dignitatis Humanae Personae].

La “Leyenda de los tres anillos” tiene su origen en el Medioevo, época del máximo esplendor de la Cristiandad y del Reino Social de Cristo, pero en el cual la Iglesia igualmente debió enfrentar serios enemigos; prueba de esto da cuenta esta Leyenda, la cual conoció tres sucesivas reproducciones literarias, a saber, en la LXXIII novela del Novellino (anónimo), luego en el Decamerón (de Boccaccio) y, finalmente en Nathan el Sabio (de G. E. Lessing). En realidad el Novellino, de acuerdo con Monseñor Benigni (Historia Social de la Iglesia) fue compilado y divulgado en el ambiente gibelino de la corte del “stupor mundi”, Federico II, emperador que terminó excomulgado y depuesto, “un pagano con nostalgia musulmana” (cfr. Mons. Umberto Benigni, Storia Sociale Della Chiesa, vol. IV, tomo I, pp. 74-75). Frente a este comportamiento del Emperador del Sacro Imperio, entra en acción el grande Papa Gregorio IX, quien acusó al filoarábico-hebreo Federico de impulsar la blasfemia según la cual Moisés, Mahoma y Cristo fueron tres impostores. Esto refleja, según lo demuestra Mons. Benigni, el peligro no sólo potencial, sino en acto, de la influencia árabo-hebraica en la filosofía católica del Medioevo. Por otra parte “De Tribus Impostoribus”, en sí mismo no era un libro, sino la transmisión oral de una doctrina atribuida a varios, entre ellos, a Federico II, de carácter esotérico (iniciático-secreta), cuya expresión exotérica, con el fin de penetrar en ámbito cristiano bajo el manto de un cuento judaico-islámico (Mons. Benigni) tomó la fórmula de Los tres anillos, también de origen judaico. Creo oportuno ofrecer aquí la versión de Lessing, inspirada, al igual que la versión de Boccaccio, como hemos dicho, en el Cuento LXXIII del Novellino medieval; los tres conservan lo esencial de su contenido. En la obra de Lessing, el cuento de los tres anillos se encuentra envuelto en un texto más largo, Nathan el Sabio; Nathan relata la antigua leyenda a Saladino del siguiente modo:

Saladino: La razón por la que solicito tu enseñanza es bien distinta, bien distinta – Tú que eres tan sabio dime, de una vez por todas. – ¿Cuál es la fe, cuál es para ti la ley más convincente de todas?

Nathan: Sultán, yo soy hebreo.

Saladino: Y yo soy musulmán. Y entre nosotros está el cristiano. – Pero de estas tres religiones sólo una puede ser verdadera.

Nathan: ¿Me permite, Sultán, narrarle una pequeña historia?…Muchos años hace ya que en Oriente un hombre poseía un anillo inestimable, un valioso regalo. La piedra, un ópalo de cien reflejos bellos y coloridos, tiene un poder secreto: hace grato a Dios y a los hombres a quien lo lleve con confianza. ¿Puede extrañar si jamás se lo sacaba del dedo y que dispusiese de tal modo que siempre permaneciera en su casa? Él dejó el anillo a su hijo bien amado; y dejó escrito que, a su vez, aquel hijo lo dejase a su hijo más amado; y que en cada ocasión el más amado de los hijos se convierta, sin tener en cuenta el nacimiento sino tan sólo por el poder del anillo, en el jefe y el señor de la casa. – ¿Tú me sigues, Sultán?

Saladino: Te sigo. Continúa.

Nathan: Y así, el anillo, de hijo en hijo, llega finalmente a un padre de tres hijos. Todos ellos le obedecían igualmente y él, sin poder hacer menos, los amaba a todos del mismo modo. Sólo de tanto en tanto uno u otro le parecía el más digno del anillo – cuando se encontraba a solas y nadie dividía el afecto de su corazón. Así, con afectuosa debilidad, él promete el anillo a los tres. Vivió cuanto pudo. Pero, próximo a la muerte, aquel buen padre se encuentra en dificultades. Lo entristece si ofendiese, de este modo, a dos de sus hijos, confiados en su palabra. Entonces él llama en secreto a un joyero, y le ordena dos anillos en todo igual al suyo; y le exige que no escatime ni dinero ni trabajo para que sean perfectamente iguales. El artista lo logra. Cuando se los lleva, ni siquiera el padre se encuentra en condiciones de distinguir el anillo verdadero. Feliz, llama a los hijo uno por uno, a todos imparte su bendición, a los tres les da el anillo, y muere. ¿Tú me escuchas, Sultán?

Saladino: Escucho, escucho. Pero termina luego tu fábula. ¿La tienes?

Nathan: Ya terminé. Lo que sigue se entiende por sí mismo. Muerto el padre, cada hijo sigue adelante con su anillo. Cada hijo quiere ser el señor de la casa. Se litiga, se indaga, se acusa. En vano. Imposible probar cuál sea el anillo verdadero. – Así como lo es para nosotros (después de una pausa, durante la cual él espera la respuesta del Sultán) probar cuál sea la verdadera fe.-

Saladino: ¿Cómo? ¿Esta es tu respuesta a la pregunta?

Nathan: Tan sólo valga para excusarme, si no oso buscar de distinguir los anillos que el padre hizo, precisamente, con el fin de que fuese imposible distinguirlos.

Saladino: ¡Los anillos! ¡No te burles de mí! Las religiones que te he nombrado se pueden distinguir hasta en las vestimentas, en las comidas, en las bebidas!

Nathan: Y sin embargo no en los fundamentos. ¿No están fundadas todas en la historia escrita o transmitida? Y la historia sólo por fe o fidelidad debe ser aceptada ¿No es cierto? ¿Y de cuál fe o fidelidad dudaremos menos que de otra? ¿La de nuestros abuelos, sangre de nuestra sangre, la de aquellos que desde nuestra infancia nos dieron prueba de su amor, y que jamás nos engañaron, siendo que el engaño no era saludable para nosotros? ¿Puedo creer a mis padres menos que a los tuyos? ¿O viceversa? ¿Acaso puedo pretender que tú, por no contradecir a mis padres, acuses a los tuyos de mentirosos? ¿O viceversa? Y lo mismo vale para los cristianos ¿No es cierto?

Saladino: (¡Por el Dios vivo! Tiene razón. Debo enmudecer)

Nathan: pero regresemos a nuestros anillos. Como decía, los hijos se acusaron en juicio. Y cada uno juró al juez de haber recibido el anillo de las mano del padre (lo cual era cierto), y mucho tiempo antes de la promesa de los privilegios concedidos por el anillo (y esto también era cierto). El padre, ninguno lo ponía en duda, no podía haberlo engañado; antes que sospechar esto, se decía a sí mismo, de un padre tan bueno, no podía sino acusar del engaño a sus hermanos, de los cuales también había siempre estado dispuesto a pensar siempre bien; y se consideraba seguro de descubrir al traidor y dispuesto a vengarse.

Saladino: ¿Y el juez? Estoy curioso por escuchar lo que harás decir al juez. Habla.

Nathan: El juez dijo: Traed inmediatamente aquí a vuestro padre, o los arrojaré de mi presencia. ¿Creéis que yo esté aquí para resolver enigmas? ¿O acaso deseáis permanecer hasta que el anillo verdadero hable? Pero…¡Esperad! Decís que el anillo posee el mágico poder de haceros amados, gratos a Dios y a los hombres. Que sea esto lo que decida. Los anillos falsos no podrán. Así que, decidme, ¿Quién de vosotros es el más amado de los tres? ¡Adelante! ¿Calláis? ¿Acaso el efecto del anillo es sólo reflexivo y no transitivo? ¿Cada uno de vosotros sólo se ama a sí mismo? Entonces cada uno de vosotros sois embaucadores embaucados. Vuestros anillos son falsos los tres. Probablemente el verdadero anillo se perdió, y vuestro padre hizo tres como aquél para ocultar su pérdida y para sustituirlo.

Saladino: ¡Magnífico! ¡Magnífico!

Nathan: Si no queréis, prosiguió el juez, mi consejo y sí mi sentencia, ¡Idos! Pero mi consejo es este: Aceptad las cosas así como están. Que cada uno posea el anillo de su padre: que cada uno se sienta seguro de que éste es auténtico. ¿Acaso vuestro padre no estaba más dispuesto a tolerar aún en su casa la tiranía de un solo anillo? Y, por cierto, os amó a los tres. De hecho, no quiso humillar a dos de vosotros para favorecer a uno. ¡Vamos! ¡Esforzaos en imitar su amor incorruptible y sin prejuicios! Que cada uno se esfuerce por demostrar a la luz del día la virtud de la piedra de su anillo. Y ayude a su virtud con la dulzura, con indómita paciencia y caridad, y con una profunda devoción a Dios. Cuando las virtudes de los anillos aparezcan en los nietos, yo los invito a regresar al tribunal, al cabo de miles y miles de años. En mi estrado se sentará un hombre más sabio que yo; y hablará. ¡Idos! Así habló aquel modesto juez.

Saladino: ¡Dios! ¡Dios!

Nathan: Saladino, si tu crees ser aquel sabio que prometió el juez…

Saladino: (precipitándose hacia él y aferrándole la mano, que no dejará ya más hasta el fin) ¿Yo, polvo? ¿Yo, la nada? ¡Oh, Dios!

Nathan: ¿Qué hacéis, Sultán?

Saladino: ¡Nathan, querido Nathan! Los miles de miles de años de tu juez aún no han pasado. Su estrado no es el mío. ¡Vaya! Pero sed mi amigo.

Según el estudioso Mario Penna (en su Parábola de los tres anillos y la tolerancia en el Medioevo, 1952) la versión original de esta parábola es, por el contrario, cristiana, atribuyéndose a los hebreos españoles la deformación de ésta, a favor de la tolerancia. La versión original cristiana data del Siglo XIII: Es el relato de un padre que tiene una hija legítima, mientras la esposa – que se hace infiel – tiene otras hijas que hace pasar como hijas legítimas. El padre dona a la única hija legítima una anillo milagroso: sólo quien tiene el anillo milagroso es su hija. Entonces, las otras fabricaron anillos semejantes, pero falsos. El sabio juez, comprobada la virtud de los anillos, declaró que una sola era la hija legítima, y todas las otras eran ilegítimas. Es entonces que, en ambiente hebraico, la parábola viene deformada en dos sentidos: 1) el anillo pierde toda virtud milagrosa, por lo cual ya no se podía distinguir el verdadero de los falsos; 2) por otra parte, y muy importante, el autor de los anillos falsos ya no son los hijos ilegítimos (siendo ahora, por lo demás, todos hijos legítimos y muy amados del padre) sino que el autor es el mismo padre. De este modo, el autor de todas las religiones, verdadera y falsas, es Dios mismo; mientras que en la versión cristiana original Dios es el autor de la verdadera religión, mientras que los hombres son los autores de las falsas.

 Se comprende ahora, a la luz de este “magnífico abrazo” en Jerusalén, el valor y el significado del grito de triunfo bergogliano “¡Lo logramos!”. Es el regocijo y la euforia de haber alcanzado la meta, ya “imaginada” en el lejano árabo-hebreo Medioevo español, de consumar en la historia la reunión y la amalgama de los “Tres impostores”, para inaugurar por fin, ahora sí, la economía y el tiempo del Templo Ecuménico Universal de las Religiones, en el cual todo cabe, tanto lo falso como lo verdadero envenenado de lo falso, puesto que todos ellos se consideran embaucadores embaucados: ninguno es cabeza de ninguna verdadera religión; así que no hay razón para litigar, lo que corresponde es seguir el consejo del juez de Lessing: “Que cada uno se esfuerce por demostrar a la luz del día la virtud [vana] de la piedra de su anillo [falso]”. En la obra de los tres anillos los tres protagonistas, que representan las tres religiones monoteísticas, en realidad están representando a todas las religiones. Como siempre, para cada enseñanza de doctrina modernista existe una condena previa del Magisterio Católico, lo cual determina el carácter herético y anti-Cristo de la nueva religión que se dice católica. En este caso, el Papa Pío XI, en la Encíclica Mortalium Animos, es quien, precisamente, condena este falso ecumenismo que conduce al indiferentismo religioso y al ateísmo y defiende la verdadera unidad cristiana. Esta obra anti-católica, esta lejana visión medieval del enemigo de Dios y de los hombres, patéticamente representada – conspectu Dei – por este reciente triple y “fortísimo” abrazo en Jerusalén, una vez más, nos quiere enseñar que no vale la pena esforzarse en defender y promover la verdad revelada y operada por Dios para su propia gloria extrínseca y para la felicidad y regeneración del hombre, porque los tres (en realidad todos) son bienamados del Padre, aún poseyendo la mentira (los falsos anillos). Además, ¿Qué sentido tiene tratar de buscar la verdad y reconocerla? Total, la capacidad de la razón humana, de cuerdo a Lessing y Bergoglio, es impotente para alcanzarla, a lo cual llamamos naturalismo y agnosticismo, aún cuando alguien pueda preguntarse ¿Entonces qué sentido tiene estar dotado de una facultad, la razón, si esta carece de la capacidad para alcanzar su objeto propio, la verdad? ¿No es absurdo? ¿No sería una facultad inútil? Pero esto constituye la mutilación del intelecto, hacernos irracionales y exclusivamente sensitivos, como quieren el sensismo y el empirismo. Todo lo cual intenta bloquear el reconocimiento, por parte de la razón, de la verdad natural y revelada.

Así pues, Bergoglio nos quiere inducir a dejar la objetividad de la Fe (la cual no es un mero y simple ambiguo sentimiento) y nos quiere dar del propio veneno de la “doctrina” del Vaticano II, esto es que, junto a sus tres amigos, él mismo se considera un embaucador, afirmando no saber si posee el verdadero anillo, tan embaucado por el Padre como los otros dos; él sostiene que, dado que el Padre es un estafador, entonces puede deducir, juntos a sus dos amigos, que las tres religiones son falsas, habiéndose perdido la verdadera (¿en poder de Lucifer…quizá? ¿O del G.A.D.U…?). En fin, vemos como de la parábola de la tolerancia y de la fraternidad entre las religiones, salidas de un Dios engañador, se llega a la blasfemia de los Tres impostores; luego Dios es un Padre que, o bien no existe o bien no es Padre. Lástima que quien, ya sea voluntariamente o inconscientemente o defraudadamente, beba del veneno…se expone a la muerte…


Ora pro nobis, Sancta Dei Genetrix, dum verum Papam speramus!
 

El «Sensus fidei» ecuménico

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     Si revisamos las publicaciones y documentos emanados de los ocupantes actuales de la Santa Sede, así como aquellos publicados por lo órganos oficiales de la Curia Vaticana, constatamos el mismo estilo redaccional que caracterizó a los documentos promulgados por el “concilio” Vaticano II; es decir, intencionadamente ambiguos y del todo contrastantes con la claridad y precisión del Magisterio pre-conciliar. Los innovadores, por medio de un lenguaje enrevesado y lleno de términos y giros lingüísticos extraños a las sólidas y nítidas formas magisteriales de la tradición católica, buscó primero escapar a las reprobaciones de San Pío X, eminentísimo defensor de la ortodoxia católica contra los desvaríos modernistas, y luego, al amparo y fomento de Roncalli, desplegaron libremente aquellas formas expresivas ambivalentes, difíciles de interpretar por su equivocidad, con el fin de servir a los errores desatados bajo la égida del conciliábulo vaticano. Por otro lado, no hay discurso, entrevista, artículo, predicación, encíclica, exhortación, audiencia, carta, alocución, etc., que, sin cejar en ofensas a Dios Trino, a Jesucristo, a la Bienaventurada Virgen María, a la Iglesia, a los legítimos sucesores de Pedro, a la Fe Católica, no conduzcan hacia aberraciones doctrinales al servicio del “dogma ecuménico” y de los públicos escándalos litúrgicos y religiosos inter-confesionales. San Pío X, Papa nuestro de feliz memoria, con su corazón deshecho por profundísimo y amargo dolor al prever que la Barca de Pedro sería asaltada, violentada y apropiada por servidores del Anticristo, anticipó en su Magisterio el pútrido zaguán en el que, hoy por hoy, navegan los invasores mancillando nuestra santa religión; anticipó Papa Sarto: “ninguno se maravillará si lo definimos [al Modernismo] afirmando que es un conjunto de todas las herejías. Pues, en verdad, si alguien se hubiera propuesto reunir en uno el jugo y como la esencia de cuantos errores existieron contra la fe, nunca podría obtenerlo más perfectamente de lo que han hecho los modernistas. Pero han ido tan lejos que no sólo han destruido la religión católica, sino, como ya hemos indicado, absolutamente toda religión.” (S. S. San Pío X, Encíclica “Pascendi”, N° 38). Y autores fieles a la pureza de la Fe, como el R. P. Leonardo Castellani, han advertido para enseñanza e instrucción de los católicos: “Los modernistas no niegan la letra de ninguno de los dogmas…,pero lo vacían todo dándoles un significado humano; son como signos de la grandeza del hombre, de la divinidad del hombre, es decir, una tentación de humanizarlo todo, que fue la tentación más grande en toda la vida de la Iglesia y que será también la gran herejía del Anticristo, que va a implantar la adoración del hombre, de las obras del hombre y se va a hacer adorar él mismo como Dios, según está revelado por San Pablo.” (“Catecismo para adultos”, casi contemporáneo contra-discurso de Montini quien, oficialmente el Martes 7 de diciembre de 1965, inauguró la «religión del hombre» al clausurar el conciliábulo Vaticano II) ).

     En la Edición del 20 de Junio de 2014 de L’Osservatore Romano se lee una columna titulada “El sentido de la Fe. En un documento de la Comisión Teológica Internacional” (BAC, Madrid, 2014), firmado por Serge-Thomas Bonino, Dominicano, secretario general de la CTI. En realidad, este breve inserto tiene la finalidad de presentar un reciente documento publicado por la misma Comisión bajo el título “Le sensus fidei dans la vie de l’Église” (El sentido de la fe en la vida de la Iglesia), de ahora en adelante SF, texto sólo en francés y en inglés. Hay que recordar que, de cara a la pureza de la fe católica, toda obra u opúsculo emanado de fuentes post-conciliares debe ser recibido con gran precaución, toda vez que «jamás han faltado, suscitados por el enemigo del género humano, “hombres de lenguaje pervertido (Hch 20, 30) de vanos discursos y seductores que yerran y que inducen al error”(Tit 1, 10)». En su presentación del documento de la CTI, en L’Osservatore Romano, Bonino comienza (no podía ser de otro modo) citando al Sr. Bergoglio cuando, el 4 de Octubre de 2013 en Asís (cuyo excelsa tradición católica franciscana jamás será siquiera mínimamente empañada por las abominables y escandalosas reuniones “interreligiosas” ecuménicas iniciadas por Wojtyla) éste dijo que «[El pueblo] tiene “olfato” para encontrar nuevas vías para el camino, tiene el sensus fidei, que dicen los teólogos (innovadores, n.d.a]». Y Bonino continúa destacando que «el Pontífice (sic) ama referirse a este instinto sobrenatural [innovador él mismo, n.d.a.] que posee el pueblo de Dios [muy querida expresión vaticano-segundista].

     En el n.2 de la Introducción de SF, la CTI define el sentido de la fe como «Este instinto sobrenatural, intrínsecamente unido con el don de la fe recibido en la comunión de la Iglesia, se llama sensus fidei, y le permite a los cristianos cumplir a cabalidad su vocación profética».

     De modo que, según la doctrina de la religión neomodernista, el “sentido de la fe” sería un “olfato”, un “instinto sobrenatural”. En el n. 49, SF dice que «El sentido de la fe del creyente es una especie de instinto espiritual…se deriva de la fe constituyendo una propiedad de ésta. Se compara a un instinto, porque en primer lugar no es el resultado de una deliberación racional, sino que toma más bien la forma de un conocimiento espontáneo y natural, una especie de percepción». El n. 53 continúa: «el sentido de la fe es la forma que reviste este instinto». En el n. 54 leemos: «Como lo indica su nombre “sentido”, [el sensus fidei] se asemeja más bien a una reacción natural, inmediata y espontánea, comparable a “un instinto vital” o a una especie de “olfato” por la cual el creyente adhiere espontáneamente lo que es conforme a la verdad de la fe y evita lo que se le opone».

    Cada vez que tomamos conocimiento de algún documento innovador-postmodernista-ecuménico-naturalista de la nueva religión, debemos tener presente, en medio de la anfractuosidad y esoterismo de sus formas que, indefectiblemente, estará involucrada la nueva eclesiología, la nueva liturgia, la nueva disciplina y la nueva doctrina; pues el arte de la destrucción está en la celada. Bueno, así ocurre también con este “just born” de la CTI.

    Dice SF que el “sentido de la fe” se deriva de la fe y constituye de ésta una propiedad, siendo la fe una disposición interior suscitada por el amor (n. 56). Pero, para la religión ecuménica anticatólica ¿Qué es la fe? Pues, al igual que el carácter subjetivo-psicológico del “sensus fidei”, dicen de la fe que “…siendo Dios el objeto de la religión, síguese de lo expuesto que la fe, principio y fundamento de toda religión, reside en un sentimiento íntimo engendrado por la indigencia de lo divino” (Pascendi n.5), además “En el sentimiento religioso se descubre una cierta intuición del corazón; merced a la cual, y sin necesidad de medio alguno, alcanza el hombre la realidad de Dios, y tal persuasión de la existencia de Dios y de su acción, dentro y fuera del ser humano, que supera con mucho a toda persuasión científica. Lo cual es una verdadera experiencia, y superior a cualquiera otra racional” (Pascendi n. 13), y más aún “…en ese sentimiento los modernistas, no sólo encuentran la fe, sino que con la fe y en la misma fe, según ellos la entienden, afirman que se verifica la revelación” (Pascendi n. 6).

     Para la nueva anti-iglesia, que se dice católica, en el plano de la fe, algunos términos son muy queridos, tales como “vital”, “experiencia”, “sentido”, “sentimiento”, “amor”, “corazón”, “misterio”. Son todos términos que caen muy bien al perfil del hombre moderno, cincelado por la Escuela de Franckfurt y por el nihilismo estructuralista francés (no en vano Wojtyla fue proclamado “por el pueblo de Dios” “santo súbito”). Es en esta concepción naturalista de la fe – naturalista porque oblitera la realidad sobrenatural de la fe , toda vez que repudia la teología natural y cierra, en consecuencia, todo acceso a la revelación al desechar los motivos de credibilidad y, más aún, suprime por completo toda revelación externa (cfr. Pascendi n.5) – que la CTI intenta insertar el neotérico “sensus fidei”, este “instinto sobrenatural de la fe…suscitado por el amor…esta especie de olfato…de percepción…este instinto vital…este conocimiento del corazón. Uno de los argumentos de apoyo que esgrimen es “la connaturalidad que la virtud de la fe establece entre el creyente y el auténtico objeto de la fe” objeto que, como habíamos visto, no consiste en las verdades reveladas, sino en la misma naturaleza de Dios, en la misma “res divina” (de otro modo éste no podría ser “connatural”, a saber y sin más, la deificación del hombre). Es el mismo SF que se encarga de declarar que gracias a este divagado “sentido de la fe”, que tiene la forma de una segunda naturaleza (divinizada), el creyente (no sólo católico), reacciona espontáneamente (cfr. SF n.53) de manera infalible en lo que concierne a su objeto, es decir en lo que concierne a Dios mismo, percibido inmediatamente en su naturaleza divina misma en virtud del sentimiento vital de la fe.

     Es la misma CTI que, forzando a ciertos autores como Melchor Cano, J. H. Newman, y violentando las Escrituras, se apuran en declarar que la expresión “sensus fidei” no se encuentra ni en las Escrituras ni en la enseñanza formal de la Iglesia anterior al Vaticano II (cfr. SF n.7) ¡Lógico! No podía ser de otro modo, dado que la fe católica es objetiva y sobrenatural, en oposición al carácter subjetivo y naturalista de la nueva religión; a mayor abundamiento, la CTI intenta hacer pie en la historia diciendo que «El concepto de “sensus fidelium” comenzó a ser elaborado y utilizado de modo más sistemático al momento de la (pseudo) Reforma [protestante, ¡todo concurre! n.d.r.]». Sabemos la adoración ecuménica que la iglesia oficial profesa al protestantismo, del cual, entre otra cosas, ha adoptado novedades como “teología del laicado”, “pueblo de Dios”, “sacerdocio común”, “común oficio profético”, etc.; todo orientado hacia el concepto de “comunidad” y “fraternidad”, así como de debilitamiento del concepto de autoridad, primado y magisterio.

     Por mucho que se nos quiera retrotraer a las crisis arriana y nestoriana, la Iglesia nunca necesitó de un “instinto” u “olfato” sobrenaturales con relación a su indefectibilidad y ortodoxia. Por primera vez encontramos el “sensus fidei” en los documentos del vaticano II; especialmente en Lumen Gentium ns. 12 y 35, asociado al antedicho “común oficio profético” en el contexto de una iglesia “igualitaria y democrática” que tiende a eliminar los aspectos de “Ecclesia docens” (Iglesia que enseña) y “Ecclesia discens” (Iglesia que es enseñada); es decir, para el Vaticano II, fuente desde la cual se precipita toda la riada de extrañezas, nadie tiene nada que aprender, nadie debe enseñar, nadie debe corregir, nadie debe guiar; es suficiente con que cada uno, habiendo experimentado vitalmente el sentimiento religioso – que es a su vez la revelación y lo revelado, Dios mismo – se integre con su conciencia subjetiva individual a la conciencia colectiva comunitaria, que sería la Iglesia; si no estamos en la iglesia del libre examen de Lutero, ¿entonces qué?

     Llegados a este punto, bueno es recordar la doctrina católica para no extraviarse. 1) La fe es una virtud sobrenatural por la que, con la inspiración y la ayuda de la gracia de Dios, creemos ser verdadero lo que por Él ha sido revelado, no por la intrínseca verdad de las cosas percibidas por la luz natural de la razón, sino por la autoridad del mismo Dios que revela, el cual no puede engañarse ni engañarnos (D. 1789). Vemos que la fe no es un indefinido y vago “sentimiento” o “experiencia vital”; es definitivamente objetiva, ya que se trata de verdades (lo que Dios ha revelado), no de lo que el hombre siente en el corazón ni mucho menos. Es el llamado objeto material de la virtud teologal de la Fe, constituido por todo el conjunto de verdades divinamente reveladas. Además no es un fenómeno natural, que brota de una cierta indigencia psicológica; ¡absolutamente no! es una virtud sobrenatural, infusa por Dios en nuestra alma, por lo que es imposible adquirirla con las solas fuerzas naturales. No tiene como sujeto el sentimiento o el corazón, sino el entendimiento, ya que las verdades se aprehenden por el intelecto, por la razón. 2) El objeto material de la Fe definido infaliblemente por el Concilio Vaticano I (en realidad debiéramos decir sólo Concilio Vaticano, puesto que no hay otro con aquél nombre) dice: “Hay que creer con fe divina y católica todo lo que se contiene en la palabra de Dios escrita o transmitida por la Tradición y que la Iglesia por definición solemne o por su Magisterio ordinario y universal propone como divinamente revelado” (D. 1792). De modo que la divina revelación (verdades objetivas, no subjetivos sentimientos) posee dos fuentes, la Sagrada Escritura y la Tradición Católica.

     Y avanzando un poco más en este trabajo “pseudo-teológico” de la Comisión, llegamos a su punto más alto, a su broche de oro y a su verdadero puerto de llegada: Su valor ecuménico. El “santo ecuménico” Wojtyla dijo: “Con el Concilio Vaticano II la Iglesia católica se ha comprometido de modo irreversible a recorrer el camino de la acción ecuménica” (Encíclica Ut unum sint n. 3, 1995). Y así, en el trabajo SF de la Comisión leemos en el n. 56 «una cierta forma de sensus fidei puede existir entre los bautizados que llevan el bello nombre de cristianos sin profesar, sin embargo, integralmente la fe” (Lumen Gentium 15) Ahora, quien no profese integralmente la fe, negando tan sólo una o algunas de las verdades reveladas, NO POSEE LA FE. La razón está en que, con su opinión personal, éste se pone por encima de Dios que revela y niega el motivo formal por el cual creemos, a saber, la autoridad de Dios que no puede engañarse ni engañarnos; y así, ya no cree por la autoridad de Dios sino por su propia disquisición y opinión humana, eligiendo qué creer y qué no creer, por lo tanto NO llevan el bello nombre de cristianos. Y continúa el n. 56 “La Iglesia católica debe pues estar atenta a lo que el Espíritu puede decirle por medio de creyentes de iglesias y comunidades eclesiales que no están plenamente en comunión con ella”. Lástima que, si no están en comunión con Pedro, cabeza y regla próxima suprema de la fe, potestad exclusiva conferida directamente por Cristo (cfr., Mt 16, 18s), el Espíritu, alma de la Iglesia, nada tiene que decirle por intermedio de ellas. Por ahora es suficiente con relación al “ecumenismo”; por sí sólo es un tema que reclama un espacio propio. En todo caso, y anticipándonos, podemos constatar que el ecumenismo surge como consecuencia del nuevo concepto de revelación adoptado por la nueva iglesia.

     En otro aspecto de este reciente trabajo de la CTI, se establece que «El sensus fidei está estrechamente unido a la “infallibilitas in credendo” que posee la Iglesia en su conjunto…permite a sus miembros ejercer el discernimiento que deben realizar sin cesar… a fin de saber cuál sea la mejor manera de vivir, actuar y hablar en fidelidad al Señor” (n.128) Y también «El sensus fidei permite a cada creyente percibir una desarmonía, una incoherencia o una contradicción entre una enseñanza o una práctica y la fe cristiana auténtica” (n.62) Aún más «El sensus fidei del creyente es infalible en sí mismo en lo que concierne a su objeto, la verdadera fe». Para sostener estas proposiciones la CTI trae en su ayuda un argumento por analogía diciendo que «A causa de su relación inmediata a su objeto, un instinto no puede equivocarse. Éste es infalible de suyo». Ya habíamos visto que, según la nueva “teología”, el sensus fidei se compara a un instinto, es una suerte de “instinto espiritual” (sic), una reacción natural, inmediata y espontánea, análoga a un instinto vital o a una especie de olfato (cfr., n. 54). Ahora, en la teología de la perfección cristiana, lo más cercano a esta tesis modernista son las mociones del alma en gracia a impulso del Espíritu Santo por medio de las virtudes y dones sobrenaturales. El creyente, instruido en las verdades de la fe, reacciona sí ante el error doctrinal (por Ej., resistieron a Nestorio cuando éste, siendo obispo, cayó en la herejía y predicaba que María sólo era la madre de Cristo, pero no de Dios), reacciona sí, pero no por una especie de “instinto”, sino por encontrar contradicción entre la fe apostólica y el error; para lo cual se necesita, no una especie de “olfato” o “instinto vital”, sino una virtud específica, la virtud sobrenatural de la Fe, que es un juicio del entendimiento movido por Dios, facultad del alma cuyo objeto propio es la verdad. Por otro lado los “teólogos” de la CTI argumentan, en favor de la infalibilidad del sensus fidei, que éste no puede fallar porque «todos los miembros [de la Iglesia] han recibido la unción del Espíritu de verdad» (n. 76) y «todo bautizado, en virtud de la unción divina, tiene la capacidad de discernir la verdad en materia de fe», citando 1Jn 2, 20.27 (cfr., n. 85). Aquí asistimos a una grande ambigüedad, sería necesario especificar que, siendo el bautismo el sacramento de la verdad que da la vida eterna, que es la verdadera Fe, sólo reciben, por medio del bautismo válido, el Espíritu de verdad quienes profesan la única y verdadera Fe, no cualquier bautizado perteneciente a cualquier «iglesia»; pero este es el modo de hablar modernista. Por lo demás, sabemos que en la doctrina modernista la validez del Bautismo, por el que el creyente se hace miembro de la Iglesia, es extensible a todas las “comunidades eclesiales” e “iglesias” no católicas pues, para los modernistas, la “Iglesia de Cristo” no es la iglesia católica, sino una cierta  iglesia futura, más amplia que la Santa Iglesia católica, Cuerpo Místico de Cristo, la cual tan sólo «subsistit in», estaría tan sólo contenida en aquella imaginaria «iglesia» de carácter ecuménico (cfr. Lumen Pentium n. 8).

     Si el “sensus fidei ecuménico” es infalible in credendo, en virtud de una no bien explicitada “unción del Espíritu de verdad”, ¿Cómo se explica que actualmente un indefinido “pueblo de Dios” (millones de millones) siga masivamente  una fe que no es nuestra Fe católica? ¿Cómo explicar que tan grandísimo número de creyentes no sean capaces de utilizar el infalible “olfato bergogliano”, aquel infalible “instinto espiritual” para discernir entre la Fe católica y la “fe” de Juan XXIII, de Pablo VI, de Juan Pablo I, de Juan Pablo II (hasta ahora entre ellos el más destructor de la Iglesia), de Benedicto XVI y de Francisco? ¿Cómo explicar que la mayoría se deja mistificar por el fenómeno religioso más mortífero de la historia de la Iglesia, considerado por San Pío X la suma total de todas las herejías, siendo la devastación y perdición casi total del pueblo fiel, sumido en la total apostasía de la mano de los actuales meros ocupantes materiales de las sedes en la Iglesia? Es un misterio, permitido por Dios, una prueba en medio de la actual miseria y perfidia del mundo, para que brille el testimonio de los que resisten firmes en la Fe, como fiel soldado de Cristo, sostenidos por María, vencedora de todas las herejías, para gloria de Dios.


 Ora pro nobis, Sancta Dei Genetrix, dum verum Papam speramus!